RECONQUISTA DE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA, ¿QUÉ HACER?

sta de la Unidad Católica de España, ¿qué hacer?

Ante el increíble e insólito panorama donde impera un laicismo profesional que “ordena y manda” a la sociedad actual con el único objetivo de destruir y hacer desaparecer la civilización cristiana, y sabiendo
también la existencia de algunas personas que desean fervientemente la reconquista de la Unidad Católica de España, pero que dicen no saber lo que hay que hacer al servicio de tamaña empresa, porque aún
estando conformes con el "qué" no aciertan en el "cómo", les aconsejamos lleven a la práctica estas primeras respuestas elementales pero eficacísimas:


1.- A todos aquellos, que aun teniendo la esencia, no saben qué hacer, pueden ponerse a las órdenes de los que además de la esencia tienen corazón y sí saben lo que hay que hacer, y ayudarles.

2.- A los que no aciertan a obedecer a otros, pueden optar siempre por dos salidas:

a.- La de testimoniar su fe con el ejemplo y orar para alcanzar la meta deseada.

b.- La apoyar y sostener con el dinero, factor número dos en orden de importancia, al número uno que es poner el corazón en la acción, en las horas de gestión, en el tiempo dedicado a hacer cosas y recados, en una palabra a:
La RECONQUISTA de la UNIDAD CATÓLICA de ESPAÑA
y


CONFESIONALIDAD CATÓLICA del ESTADO

La Unidad Católica es una situación de derecho público en que coinciden la confesionalidad del Estado y una interpretación restrictiva de la libertad de cultos. Se puede trabajar en cualquiera de estos dos apartados.
La confesionalidad del Estado tiene una importante interacción con la confesionalidad de la sociedad.

La confesionalidad de la sociedad consiste en manifestaciones religiosas públicas a cargo de particulares; por ejemplo, la instalación de imágenes y monumentos religiosos a cualquier nivel, desde las puertas de las casas a las
cumbres de las montañas; bendecir la mesa, no sólo en casa, sino en público, en banquetes, etc.

La confesionalidad del Estado es la acogida en las leyes y en toda clase de disposiciones y actos oficiales de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Santa Madre Iglesia. Por ejemplo, hacer guardar el descanso dominical.
Tenemos que conservar lo que aún queda de religioso en el Estado ateo, como la presencia de monjas y signos religiosos en los hospitales. Y después, restaurar esas manifestaciones externas en donde fueron suprimidas, como
volver a instalar crucifijos en las escuelas de donde se quitaron.

Los liberales en el Poder han encontrado una fórmula astuta de anular las manifestaciones religiosas públicas sin que se note; es desnaturalizarlas diciendo que las respetan, pero no como actos de culto a Dios que son, sino
solamente por lo que tienen de fenómenos culturales, de base exclusivamente psicológica, que se han ido sumando a nuestro folklore a lo largo del tiempo. Así falsificadas, los impíos no tienen inconveniente en autorizarlas
y aun de participar en ellas.

Queda, por tanto, aclarar la otra parte de la Unidad Católica, que es la interpretación restrictiva de la libertad de cultos, la lucha contra las religiones falsas.
La lucha contra las religiones falsas es un mecanismo de seguridad ineludible que rodea y protege la confesionalidad católica del Estado. Pueden coexistir la confesionalidad católica y la libertad de cultos, pero en equilibrio
inestable; porque las religiones falsas, aunque sean insignificantes y aun guerreen entre sí, lo primero que hacen es unirse para derribar la confesionalidad católica del Estado. Nuestra historia lo demuestra.

Precisamente por eso se define la Unidad Católica como una situación jurídica en la que coinciden la confesionalidad y la restricción severa de la libertad de cultos. No es sinónima de la confesionalidad escueta.
Debemos, pues, trabajar en explicar la pureza del verdadero ser religioso de procesiones, ceremonias, festividades, etc., denunciando como supercherías los intentos de presentarlos como meros elementos del folklore.
Bueno es restablecer las manifestaciones públicas donde fueron suprimidas. Pero las acciones que llevan a situaciones confesionales "de hecho", conseguidas mediante el ingenio personal, o por "poderes fácticos", deben ser
elevadas a su debido rango de frutos de leyes y disposiciones oficiales escritas.

Hay en este escalón dos fases relacionadas entre sí: Una, la reconstrucción de la confesionalidad escrita, en asuntos aislados, en disposiciones sueltas, una a una; y otra, la confesionalidad global o propiamente dicha, de donde
derivará todo lo demás, que es la confesionalidad general expresada en Leyes Fundamentales o en la Constitución. Esta es la cumbre y el remate de la reconquista de nuestra Unidad Católica. Directamente la sirven y preparan
los que trabajan por un cambio del Régimen ateo, no sólo del Gobierno.

En todo caso, hay que evitar que la confesionalidad caiga en el olvido y en el desuso, y que los católicos se acostumbren al laicismo, al liberalismo y a la democracia.
Esto se consigue hablando y escribiendo sobre el tema, "oporttune et importune".
Manuel de SANTA CRUZ , Presidente de la Junta Nacional para la Reconquista de la UNIDAD CATÓLICA de ESPAÑA

 

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