Límites de la "nueva cristiandad" maritaniana

al reinado de Cristo"

 

En las Actas del lll Concilio de Toledo (589) llaman extraordinariamente la atención estos dos datos: primero, la recuperación gozosa del don de la fe católica, perdida por gran número de obispos, clérigos y laicos arrianos, incluidos los reyes visigodos hasta la conversión de Recaredo, profesada de nuevo en su perfecta integridad niceno constantinopolitana en el Concilio; y, segundo, el sentido social de esta profesión. El discurso del Rey Recaredo en el lll Concilio de Toledo, cuya fe suscribieron nominalmente a continuación los ocho obispos conversos del arrianismo, merece recordarse en esta celebración centenaria. Es fácil suponer el asesoramiento del arzobispo de Sevilla San Leandro en el texto de aquella solemne profesión.

 

Política medieval de cristiandad

 

La reconversión del Rey y del pueblo visigodo a la fe católica marca una pauta, no sólo de la Historia interna de la Iglesia, sino también del carácter social y público de la fe, sin que en el ánimo de Recaredo y del santo arzobispo Leandro estuviese forzar o coaccionar a nadie a la aceptación de la fe. El Concilio IV de Toledo (633) es taxativo incluso respecto de los judíos: "nadie les fuerce a creer, pues Dios se apiada de quien quiere y endurece al que quiere. Pues no se debe salvar a los tales contra su voluntad, sino queriendo, para que la justicia sea completa" (Ed. cit., p. 210). Este respeto y libertad psicológica era compatible con la obligación moral, individual y politico-social, de profesar con firmeza la verdadera fe. Verdad certeza y responsabilidad que nacen intrínsecamente de la misma fe, como le ocurrió a San Hermenegildo, hermano de Recaredo, y que compartían los obispos y el Rey Católico con su pueblo. Esta política de cristiandad o política cristiana, como otros tantos binomios similares (filosofía cristiana, civilización cristiana, democracia cristiana, humanismo cristiano, conciencia cristiana) supone que la fe católica se encarna en el hombre y en sus estructuras humanas: Familia, Sociedad, Estado. Los cristianos medievales eran, en principio, consecuentes en su ser y obrar, aunque la debilidad humana les hiciese fallar a veces, como en todo tiempo. A nadie se le ocurría denegar al Rey o al pueblo el carisma de discernir y aceptar la fe auténtica. Iban a mil años luz por delante de aquellos peritos que durante el Concilio Vaticano II negaban competencia a los Estados Católicos para conocer y decidir sobre la confesionalidad católica de una nación.

 

En nuestro siglo XX Pío Xl hizo un esfuerzo de mantenimiento o recuperación de esta concepción del Estado cristiano con la encíclica Quas primas documento pontificio máximo de política cristiana, y la institución de la Fiesta de Cristo Rey. "En esta extensión universal del poder de Cristo -decía Pío Xl- no hay diferencia alguna entre los individuos y el Estado porque los hombres están bajo la autoridad de Cristo, tanto considerados individualmente como colectivamente en sociedad. Cristo es, en efecto, la fuente del bien público y del bien privado" (Quas primas, núm. 8). Era el no al laicismo y arreligiosidad estatal del primer cuarto de siglo. Durante el Concilio Vaticano II, a pesar del liberalismo religioso de varios Padres y peritos, la Declaración Dignitatis humanae, sobre libertad religiosa, afirma que "deja integra la doctrina tradicional católica acerca del deber moral de los hombres y de las sociedades para con la verdadera religión y la única Iglesia de Cristo" (num. 1).

 

Juan Pablo II, en el Discurso en el Parlamento Europeo de Estrasburgo (11-10-1988), acaba de prevenir a Europa de los efectos desastrosos del laicismo público: "Todas las corrientes de pensamiento de nuestro viejo continente deberían considerar a qué negras perspectivas podría conducir la exclusión de Dios de la vida pública, de Dios como último juez de la ética" (núm. 9). "Allí donde el hombre no se inclina ante una grandeza que le trasciende corre el riesgo de entregarse al poder desatado y arbitrario y a los pseudo-absolutos que lo destruyen" (núm. 10). El Papa reconoce que no siempre en aquella época de cristiandad medieval se reconocieron debidamente las respectivas competencias de Dios o del Cesar, pero no deja de advertir otra vez que "el cristianismo tiene una vocación de profesión pública y de activa presencia en todos los terrenos de la vida" (núm. 11). Todavía resuenan sus palabras del día 9 de noviembre de 1982 en Santiago de Compostela: "Desde Santiago te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual en un clima de pleno respeto a las otras religiones y a las genuinas libertades. Da al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios".

 

La "nueva cristiandad" maritainiana

 

Jacques Maritain (1882-1973), tras su resonada conversión al Catolicismo, dentro del que murió gozosamente después de un amplio, profundo y fructífero trabajo de intelectual católico en la línea del tomismo, experimentó en la década de los treinta una turbulencia politico-religiosa con reminiscencia de su pasado liberal-democrático y socialista, que le mereció un fuerte correctivo de los grandes tomistas dominicos Santiago Ramírez, Ignacio Menéndez Reigada y Garrigou-Lagrange. Fue en esta época cuando ofreció su teoría de la "nueva cristiandad", contrapuesta a la cristiandad medieval en la que se desarrolló el III Concilio de Toledo, a raíz de la conversión de Recaredo y de los Obispos arrianos. Su obra más significativa al respecto, Humanismo integral, se publicó originalmente en español bajo el titulo Problemas espirituales y temporales de una nueva cristiandad. Recapitulando lo que tengo publicado sobre el Humanismo mariteiniano ("Iglesia-Mundo", núm. 338 marzo 1987), tenemos que:

 

a) Piensa Maritain que la Cristiandad Medieval, demasiado pesimista por el influjo de San Agustín era exclusivamente teocéntrica e infantil, mirando las cosas sólo desde Dios, sin que el hombre reflexionase sobre si mismo. Sólo en el Renacimiento el hombre adquiere conciencia de si mismo, abriendo paso al antropocentrismo moderno, que terminará deshumanizándose al olvidarse de Dios (Humanisme integral, ed. 1936, pp. 18, 20, 22, 23, 33, 34, 36).

 

b) Maritain hizo una bisección en el hombre distinguiendo entre individuo y persona. Es persona en cuanto subsiste espiritualmente; y es individuo en cuanto fragmento individuado de una especie. En cuanto individuo es parte de la sociedad y está ordenado a ella; en cuanto persona está por encima de la sociedad. La perfección espiritual de la persona consiste en su libertad de autonomía (Ibidem, p.184). En la Nueva Cristiandad, en que piensa él, la mujer pasa de la condición de cosa a la condición de individuo, y de ésta, a la condición de persona (Ibidem, p. 202).

 

c) En el tema de la ética y de la moral cristiana, Maritain, en Humanismo integral y más ampliamente en Science et sagesse (1935), penetró audazmente en el campo de la teología moral, sentando cátedra de teólogo. Sostuvo que para regir adecuadamente el comportamiento moral no bastaban la teología moral especulativa y la prudencia; había que dar lugar a otra moral intermedia, práctico-práctica, específicamente distinta de la moral especulativa y de la prudencia. Pero fue más allá: para que la moral sea adecuada a su función, que es conducir al hombre a su verdadero fin último, que es Dios en si mismo, con unos medios aptos, que, para el hombre caído y elevado por la gracia, no pueden ser otros que la gracia y las virtudes infusas, especialmente la caridad, necesitaba tomar estas normas de la Teología. De ahí que la ética o moral filosófica, para ser adecuada necesita estar subalternada a la Teología' sin que por ello deje de ser esencialmente filosofía, pero impregnada de valores cristianos (Humanisme integral p. 173).

 

d) Una de las ideas que más preocupaba al Maritain de entonces era el de la Nueva Cristiandad, especifica o substancialmente diferente de la Cristiandad Medieval (pp. 15, 146, 212 213). Será una "ciudad laica vitalmente cristiana", un "Estado laico cristianamente constituido" (pp.181, 182,186 258). lo que dice de la ética filosófica adecuadamente tomada vale también para el nuevo orden política, que, manteniéndose en su propio orden profano, debe "comportar en su especificación propiamente política una impregnación cristiana" (pp.173,174 178). La Nueva Cristiandad ideada por Maritain no será "Sacro-Cristiana" como la Medieval, sino "profano-cristiana" (p. 168), pluralista en la fe (pp. 171, 179,180, 210), comunitaria (integrada de individuos) y personalista en ejercicio de "santa libertad" (pp. 169, 180 nota 1). En la Cristiandad medieval lo profano o laico era simple medio o mero instrumento de lo espiritual o eclesial (pp. 182, 258); en la Nueva Cristiandad en cambio' lo profano será fin intermedio y el Estado laico será agente principal, aunque subordinado a Dios porque no será una cristiandad neutra o contraria a la Iglesia, sino teocéntrica (pp.140,184 185). Será una política "ejercida por cristianos" o "de inspiración cristiana" (p. 265), pero no confesional, porque "no hay nada tan escandaloso como la creencia de una política intrínsecamente cristiana por sus principios, su espíritu, sus modalidades" (pp. 265-269).

 

e) Para Maritain la libertad es tan "santa" que, aunque sea para error, ha de ser positivamente valorada (pp. 169,178,185). El pluralismo dogmático es un valor de la Nueva Cristiandad (pp. 171, 178, 211). Al socialismo se deben las mejores iniciativas de justicia social (p. 96). la democracia personalista, liberal e inorgánica será la forma política de la Nueva Cristiandad.

 

Limites al reinado de Cristo en la "nueva cristiandad"

 

Sobre las deficiencias y contradicciones implicadas en el "humanismo integral" y en la "nueva cristiandad" de Maritain no voy a insistir mayormente. Considero notable deficiencia tener al hombre medieval por irreflexivo, que sólo pensaba en Dios, olvidándose de si mismo. Medievales eran el S. Anselmo de la Fides quarens intellectam y el Santo Tomás del tratado De homine. Tampoco la supuesta instrumentalización del Estado por la Iglesia cuadra con los frecuentes enfrentamientos de ambos poderes y con el eventual fenómeno del Césaropapismo medieval. Es filosóficamente deficiente la supuesta distinción real de individuo y persona en el hombre concreto, profundamente contradictorio su personalismo y consiguiente liberalismo político, si el Estado o Sociedad es integración de individuos, no de personas. Es insuficiente y contradictoria su teoría de la ética adecuadamente tomada, cuya insuficiencia filosófica pretende suplir con la teología sin ser teología.

 

Resulta en definitiva, cristianamente deficiente la hipotética "nueva cristiandad" en lo que se refiere al pluralismo dogmático (sabiendo que la fe católica es unívoca una con unidad esencial átoma), a la valoración positiva del error y del mal uso de la libertad (cuando es la verdad la que nos hace libres según Cristo, Jn 8,32) al laicismo político (sin dar cabida al reinado de Cristo en las leyes, en la judicatura y en el gobierno, de acuerdo con la encíclica Quas primas), o al absolutismo de la democracia voluntarista e inorgánica (saltándose los imperativos de la ética natural, que no depende del número de los votantes). Juan Pablo II, en el tan aplaudido discurso en el Parlamento Europeo, ya citado, rechazó con vigor el consenso social del humanismo agnóstico: "Habiendo suprimido toda subordinación de la criatura a Dios, o al orden trascendente de la verdad y el bien, considera al hombre como principio y fin de todas las cosas, y a la sociedad -con sus normas, sus leyes y sus realizaciones- como su propia obra soberana. La ética no tiene otro fundamento que el consenso social y la libertad individual, y ningún otro freno que los que la sociedad estime necesario imponer para salvaguardar la libertad de los demás" (núm. 8).

 

Maritain, que no era agnóstico, ni quiso dejar su "humanismo integral" a la intemperie, excogitó fórmulas sucedáneas o tapujos de confesionalidad: "impregnación cristiana", "política de inspiración cristiana", "Estado laico cristianamente constituido", "vitalmente cristiano". Rechaza mórdicus la confesionalidad o una "política intrínsecamente cristiana", pero no explica en qué se diferencia de su "Estado laico cristianamente constituido". Ello hace suponer que no se había detenido a pensar en el sentido auténtico de la confesionalidad. En todo caso ¿por qué no habrá optado por el Humanismo cristiano, al estilo de Juan Pablo II, en vez del Humanismo integral, reduccionista y desintegrado?

 

 P Victorino Rodríguez, O.P.

 

 

 

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